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Issue #7: Por qué Ian McEwan habla tan bien de las mujeres.

Ni dos meses después de su publicación en otoño de 2015 la novela La ley del menor tuvo que ser reeditada. Ian McEwan ya tiene un prestigio consolidado desde hace décadas en el ámbito de las letras anglosajonas por novelas como Expiación o Sábado, en las que por cierto su tema predilecto también son los dilemas morales, y tampoco es nada nuevo que en esta novela los protagonistas pertenezcan a una “élite” social como en este caso, la de la protagonista que es juez, y con la que difícilmente puede identificarse el lector medio.



Sobre esta novela que algunos califican de best seller -que de cualquier forma ha sembrado un increíble éxito de ventas- en reseñas y blogs se repiten toda una serie de afirmaciones sobre su argumento que son ciertas: que su protagonista Fiona, es una afamada jueza del Tribunal Superior, y que mientras se encuentra frente a una encrucijada moral al tener que tomar una decisión que contraviene la voluntad de un menor testigo de Jehová de la que depende salvarle la vida no es capaz de controlar la suya propia, que se desmorona cuando su marido le anuncia que quiere tener una aventura. Que el tono y el estilo son perfectamente comprensibles y amenos para cualquier lector. Que en un dilema jurídico como el que se presenta no hay que darle tantas vueltas a la solución y que desde luego el desenlace de la novela desluce el resto. En conclusión, que sigue bastante la línea de sus novelas anteriores y que en cuanto a la calidad no es precisamente de lo mejor de Ian McEwan.

Sin embargo, lo que llama la atención de una novela así es que nadie resalte un aspecto bastante obvio desde las primeras páginas y que tiene que ver con la igualdad de género en el ámbito laboral. Ya en las primeras líneas la protagonista repasa algunos casos judiciales que, casualmente, desvelan situaciones como la de un matrimonio judío que, al separarse, condicionará de por vida el destino de sus hijas: si se van con su padre (profundamente religioso) se las preparará para ser madres y amas de casa, en cambio si se van con su madre irán a un colegio mixto y podrán tener la educación que les convenga.


Pero el caso más obvio es el de la propia protagonista. No se ven las opiniones del autor ni demoniza a ningún personaje por sus acciones, como por ejemplo el del marido de la jueza por el hecho de decidir tener una aventura. Lo que la novela deja en evidencia es algo en lo que curiosamente nadie repara porque tradicionalmente se ha visto como normal, y es que sea el marido quien sacrifique su vida personal en favor de su vida laboral. En este caso la protagonista es abandonada por su marido por ese motivo, lo que deja ver que aunque el hecho de ser mujer no condicione ya el poder acceder a ciertos puestos, la renuncia a la maternidad y el sacrificio personal no están tan bien aceptados.


Más allá de que la calidad literaria de la novela y la resolución de la trama sean mejorables, hay que romper una lanza en favor de Ian McEwan por la llamada de atención que hace sobre este asunto y que sea resumen en que quizá nuestra sociedad occidental no está aún preparada para asumir de la misma manera una supuesta igualdad a todos los niveles, y eso ya es decir mucho.


//R.

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